martes, 11 de agosto de 2009

Nuevo Orden Económico

Hace unos días el Presidente de Brasil Luiz Lula da Silva reclamó la construcción de un nuevo orden económico mundial basado en la “distribución de la riqueza” - el mismo discurso del matrimonio presidencial argentino - y afirmó que “mucho dinero en pocas manos es concentrar la riqueza; poco dinero en muchas es distribución de riqueza y es así que queremos construir un nuevo orden mundial para superar la crisis financiera internacional”.
Sin embargo este planteo omite otra alternativa la cual, a nuestro entender, debería orientar a los gobernantes para planear sus acciones y planes de gobierno porque creemos que ese sistema implica fundamentalmente, distribución de la pobreza.
Aspiramos que se logre implementar un sistema económico donde haya mucho dinero en muchas manos visto y considerando que, a luz de la historia reciente, la puesta en práctica de políticas de “distribución de riqueza” como la propuesta por el mandatario brasileño sólo han engendrado generalización y globalización de la pobreza y una mayor concentración de la riqueza en pocas manos.
Mientras pensábamos qué enfoque le daríamos a este editorial después de las declaraciones que motivaron este análisis, recordamos un libro que nos impactó por el enfoque innovador que proponía para el desarrollo de la vida en sociedad y la proyección del individuo en la misma.
En “La Rebelión de Atlas” su autora, Ayn Rand, a través de una visión filosófica objetivista del mundo, propone recrear un individuo donde la razón sea el único medio de conocimiento y la herramienta de su supervivencia siendo los paradigmas del “Objetivismo” la razón, el propósito y la autoestima. “La razón como herramienta de conocimiento; el propósito como elección de la felicidad y la autoestima como el hecho de sentirse capaz de pensar y merecer la felicidad”

La Rebelión de Atlas.

En dicha novela, la protagonista Dany Tagart, vicepresidenta de operaciones de una línea ferroviaria y Hank Rearden, magnate del acero e inventor de una nueva aleación de metales, intentan salvar sus negocios. Para ello y en medio de un colapso económico al tiempo que advierten que las personas más talentosas del país van desapareciendo, recurren a resolver los problemas de esa sociedad con prácticas soluciones de sentido común.
“La Rebelión de Atlas” tiene pasajes atrapantes por el conmovedor realismo con que aborda los temas expuestos y por la “simpleza” en las soluciones a los conflictos de fondo que se manifiestan en el transcurso del texto.
En el capítulo que se refiere al “dinero como señal de vicio o virtud” un grupo de personas de la irracional sociedad de esta novela cuestiona al personaje encarnado por Francisco D’Anconia, un millonario que hizo su fortuna trabajando, quien los desafía con argumentos que se inician con una pregunta: “¿así que Uds. piensan que el dinero es el origen de todo mal?”
“El dinero –afirma- es un instrumento de cambio que no puede existir a menos que haya bienes producidos y hombres capaces de producirlos… ¿se han preocupado por investigar las raíces de la producción? Intenten hacer crecer una semilla de trigo sin los conocimientos transmitidos a Uds. por quienes tuvieron que descubrirlo por primera vez. Traten de obtener su alimento tan sólo a base de sus movimientos físicos y aprenderán que la mente humana es la raíz de todos los bienes producidos y de toda riqueza que haya existido jamás sobre la tierra. Más Uds. aseguran que el dinero lo hacen los fuertes a expensas de los débiles. No es la fuerza de las armas o de los músculos. La riqueza es el producto de la capacidad del hombre para pensar…el hombre honrado es el que sabe que no puede consumir más de lo que él mismo ha producido. “
Cuando ciertos mandatarios proponen que haya “poco dinero en muchas manos” sentimos –siguiendo aquel razonamiento- que se está reeditando al “célebre” Robin Hood encarnando la idea de que “que no tenemos que producir sino sólo necesitar” personificando en la sociedad “a los seres mediocres que, incapaces de ganarse el sustento exigen el poder para disponer de la propiedad de los mejores” tal como diría Ayn Rand.
Creemos que, para sostener la propuesta sugerida de que haya mucho dinero en muchas manos, los funcionarios que tienen la responsabilidad de trazar las políticas de un país deberían, antes que repartir ese poco dinero en muchas manos, enseñar que el trabajo productivo es la fuente de riqueza y que para lograr este objetivo es fundamental educar y no degradar a la población con políticas asistenciales humillantes.
Han perecido varias generaciones gracias a esas políticas de subsidio, clientelismo y asistencialismo sin educación y creemos que está llegando el momento de demandar de nuestros gobernantes políticas económicas y sociales de mayor vuelo.
Tratamos de imaginar la vida de esos inmigrantes que hace más de cien años llegaron al país amparados por una economía pujante y con objetivos de progreso claros y pensamos todo lo que pudieron lograr gracias a aquella Generación que proyectó un país altamente desarrollado con leyes sólidas y obsesionados por implementar políticas de infraestructura acorde a ese desarrollo.
Hoy en cambio los diarios reflejan las enormes carencias que existen en nuestra sociedad con provincias que ni siquiera disponen de agua corriente y los caminos de accesos a los pueblos son apenas unas sendas dibujadas entre tierras abandonadas. Y aparece entonces el dengue entre esas plagas que asolan a este país ineficiente en materia de infraestructura.
Argentina cuenta con innumerables recursos no sólo a nivel de su geografía sino también poblacional. Y si alguna vez fue un país modelo, ¿por qué no puede volver a serlo?
Insistimos en que evidentemente falta voluntad política; esa que debería guiar a la clase dirigente para enfocar sus acciones más allá del momento actual y disponer de los “planes trabajar” o los “jefas y jefes de hogar”, por ejemplo, para aunar esfuerzos en pos del trabajo productivo que redunden en un mayor beneficio de toda la sociedad. Sólo comprometiendo a los depositarios de esas políticas asistenciales con un trabajo productivo lograremos tener una sociedad cada vez más competente, desarrollada y honesta.
Suena irónico que en los albores del siglo XXI todavía haya que insistir en aspectos tan elementales como los planteados. Pero parece que la dirigencia nacional aún no ha despertado de esa parálisis política que le impide reconocer que, según pasan los gobiernos, nuestra sociedad van involucionando rápidamente no sólo en relación a los problemas que nos afectan como sociedad sino respecto al perfil de país que queremos ser.
Así como somos muchos los que propendemos a una vida con mayor confort también lo somos quienes queremos vivir en un país próspero donde existan rutas que unan a todo el país, servicios públicos que funcionen, transporte público digno, infraestructura para disponer agua potable o gas natural para poder entonces, en condiciones óptimas, desarrollar lo mejor de cada uno.

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