sábado, 10 de octubre de 2009

"Libertad de extorsión", la nueva ley de medios de Argentina

La ley de medios audiovisuales promovida por el kirchnerismo y aprobada recientemente por los senadores ha dejado varias aristas para analizar.
Respecto de las formalidades de la misma, ya se han comenzado a oír voces especializadas sobre las consecuencias que esta ley pueden acarrear a la Libertad de expresión, entre otros aspectos.
Sin embargo, desde Opiniones de Periodistas, queremos remitirnos especialmente a analizar el contexto y el espíritu que ponderó en esta ley. Porque, si hacemos memoria, esto no es de ahora; recordemos que el conflicto con el campo exasperó los nervios de Néstor Kirchner quien acusó a los Medios de fomentarlo; además sigue convencido de que la derrota del 28 de junio también fue por culpa de los medios de comunicación y no por su forma prepotente y autoritaria de hacer política.
Cuando se comenzaron a implementar en los Medios de Comunicación Social las primeras discusiones sobre el tema, - visto y considerando el apuro del oficialismo para aprobar la ley antes de la asunción de los candidatos recientemente elegidos- una de las definiciones más significativas que dio la presidente de la Nación, fue afirmar que “no hay que confundir libertad de expresión con libertad de extorsión”, abriendo una ventana a través de la cual ya nos advertía desde dónde, el oficialismo, iba a abordar este asunto.
Posteriormente apareció en escena el consabido reduccionismo político del matrimonio de remitir todo al pasado y, en una simplificación como las que nos tiene acostumbrados, a la Ley de Radiodifusión pasada había que derogarla porque la “habían implementado los militares”.
Entretanto, Guillermo Moreno en una reunión con representantes estatales de Papel Prensa y a escasas horas de la sanción de la ley de medios audiovisuales, extorsionaba (recurriendo a una frase de la Presidente) y “apretaba” a los presentes con expresiones tales como expropiación, represalias, decretos de necesidad y urgencia si no se hacía lo que él ordenaba pues actuaba como un subalterno de la Presidente de quien recibía las instrucciones.
Pero ya en el recinto de Senadores, y en las horas previas a la sanción, hubo corridas por parte de algunos representantes del pueblo que cambiaron su voto desdiciéndose de sus afirmaciones previas; a ello se le sumó las reiteradas descalificaciones de los oficialistas contra todo Medio de Comunicación Social que no hubiera demostrado su obsecuencia con el gobierno actual.
Creemos que el “debate” y posterior sanción de la polémica ley de medios kirchnerista, vuelve a poner de relieve el manejo espurio que el matrimonio presidencial hace de las instituciones argentinas y su forma de abordar leyes relevantes para el desarrollo de la sociedad.
Sin embargo creemos que no son los únicos responsables: en ambas cámaras están los comodines de siempre que responden al código de la omertá, o sea, la obstinación al silencio, la decisión de no hablar de cualquier cosa que se haya sentido o visto, aunque se tenga conocimiento. Esta práctica está muy difundida en situaciones de delitos graves o en los casos de mafia donde se prefiere permanecer en silencio por miedo a represalias o para proteger a otros culpables.
En este sentido y tal como ha venido ocurriendo desde hace varios años, no hubo debates porque no se produjo una confrontación de ideas o programas sino la arbitraria imposición de una “voluntad ejecutiva, soberana y kirchnerista”.
Como señalara hace poco tiempo un Editorial del diario La Nación, “la cultura fundadora de la Argentina ya no está vigente en las elites (la dirigencia). Hay quienes piensan que deberían cambiarse los jueces, legisladores y reguladores para dar paso a personas de pensamiento afín al Estado de Derecho. Sin embargo, hay elecciones, nuevos funcionarios judiciales, policiales, y reguladores, pero la tendencia fundamental no cambia.
Los valores de la libertad, la propiedad y la sociedad civil, como el bien que se protegerá dentro de un esquema ético definido, han sido gradualmente reemplazados por un estatismo intervencionista que no es otra cosa que el derecho del más fuerte o, paradójicamente, la supuesta aunque hipócrita defensa del derecho del más débil. La corrupción acompaña en forma creciente estas tendencias”.
Y, como habitual, una vez más queda flotando la duda sobre la intencionalidad y el espíritu que movió a los Kirchner: ¿"fue vocación altruista, una búsqueda de venganza o una especulación política y/o económica”?

¡Sólo el tiempo lo dirá!

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